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Pepe Cantillo | Mujeres de banderas (3)

No soy aficionado a la tele pero, a veces, las circunstancias obligan a aguantar el televisor. La última vez me tragué parte de Juego de tronos, serie de la que había oído muchos comentarios. Parece que la mujer juega un papel importante –insisto: parece–.



Prestando algo de atención, da la impresión de que son importantes y respetadas. ¿Como sujeto autónomo y con criterio valorado? Pienso que no, aunque estoy convencido de que las han caracterizado de tal manera que, efectivamente, parece que “cortan el bacalao” a la par que el hombre. Pura mentira.

Las mujeres del jefe, rey o como se quiera catalogar –es decir, la élite– son utilizadas en dichos grupos para buscar alianzas, para ser emparejadas con otras tribus o grupos pero siempre buscando el poder y así serán utilizadas para fortalecer el dominio del jefe si hace falta hasta prostituyéndolas. Es mi opinión y hasta puede que me equivoque.

Remacho estas líneas de introducción con la novela de Posteguillo Yo Julia, donde la mujer instiga, manda en la penumbra, a la sombra del marido que, curiosamente, parece no enterarse de nada (¿¡?). Pero esto es el reflejo de una sociedad donde la mujer solo es moneda de cambio o una especie de Celestina que debe mirar por el porvenir familiar.

Quien manda de verdad no es la mujer: obligan las circunstancias movidas por una ambición de poder para que los hijos lleguen a mandar. Digamos que hay un uso interesado de la mujer para sacar beneficios políticos, territoriales...

En anteriores entregas he buceado en el pasado para extraer alguna mujer significativa en lo que podríamos llamar “el movimiento femenino” (¿feminista?) o, mejor, en la toma de conciencia de que ellas también valen tanto o más que los hombres. Aun no he entrado en dicho movimiento. Digamos que, en sentido estricto, el feminismo como movimiento surge y se ratificará a partir de la Revolución Francesa, que dejo para el final de estas entregas.

Mujeres con arrojo y desafiando el escenario donde vivían hay bastantes, aunque han estado envueltas en un silencio yo diría que interesado. Por ejemplo, Hipatía fue importante en su entorno alejandrino. Como intelectual será una persona influyente. Estudió filosofía, lógica, física, matemáticas, astronomía, música. Se dedicó a la enseñanza, sobre todo de filosofía y llegó a ser directora del Museo de Alejandría.

De sus escritos no se conserva nada. Cuenta con la ayuda del filósofo Teón, su padre, que a toda costa estaba empeñado en la educación de ella como persona. ¿Mujer e instruida? Cierto. Tanta valía es difícil de soportar y será acusada de brujería, lo que permite que el fanatismo religioso la masacre hasta morir. Fue una mujer de banderas entregada por completo a la ciencia.

La verdad sea dicha es que trasteando por Internet he encontrado curiosa información sobre mujeres que desconocía y que fueron famosas en su tiempo tanto por su calidad de escritoras y sus capacidades intelectuales, como por su valía incuestionable.

Sigamos en este caso con dos cordobesas de banderas dentro de distintas circunstancias y que ofrecen una interesante referencia. Lubna de Córdoba, cuya fecha de nacimiento se desconoce, para unos fue esclava nacida cristiana, para otros pudo ser hija del califa. Es toda una erudita y llegará a ser responsable de la biblioteca real, además de secretaria del califa Alhaken II.

Gozada de una inteligencia brillante siendo experta en cálculo, geometría y gramática. Maestra de matemáticas enseñaba de forma gratuita a los niños hasta por la calle. Es una poetisa destacada dentro del mundo árabe-andalusí, además de ser una persona muy importante en la corte cordobesa.

Fallece en el 984. Muerto el califa, las intrigas del visir Almanzor dieron como resultado la quema de todos los libros contrarios a la religión. El fanatismo siempre está presente en las tres “religiones del libro”. ¡Adiós al tesoro!

La siguiente cordobesa, Leonor López de Córdoba (1363-1412) es escritora. Hija del Maestre de la Orden de Calatrava y valido (algo así como primer ministro) de Pedro I de Castilla. Según Cordobapedia, en Memorias de Doña Leonor López de Córdoba narra las peripecias de la familia, obra considerada como la primera autobiografía de un personaje de Castilla y además escrita por una mujer. Digamos que se abre la brecha por la que las mujeres (algunas) empiezan a escribir sobre ellas y sobre su entorno.

Otra mujer de la que sí hemos oído hablar y en terreno distinto al anterior será Juana de Arco (1412-1431). Acaudilló las tropas francesas contra los ingleses. Capturada por estos la acusan de hereje y bruja y muere en la hoguera. Este planteamiento será una excusa vil usada como causante de muchas muertes. El fanatismo religioso abusará sobradamente de las hogueras, y no precisamente de las de San Juan (¿¡?).

A partir del Renacimiento, poco a poco cada vez son más las mujeres que asomen la cabeza para, por lo menos, respirar demostrando su gran capacidad. Por ejemplo, la Reina Isabel I de Castilla no se corta a la hora de coger las riendas del poder. Claro, era la reina…

Cerca de Isabel estará Beatriz Galindo, “la Latina” (1465-1535). Es un claro ejemplo de mujer culta, calificativo este que solía atribuirse por lo general solo a las monjas. Fue preceptora de las hijas de la reina; domina el latín escrito y hablado (razón de su mote). Escritora y humanista, fue una mujer culta, erudita y generosa con los más necesitados.

Pero aun serán otras muchas mujeres las que permanezcan “escondidas” tras los muros de sus hogares donde se las ingeniarán para curar dolencias cuando enferman los hijos. ¿A dónde quiero ir a parar? Las llamadas “curanderas”, cuyo saber se funda en la práctica cotidiana, serán pronto pasto de la hoguera, acusadas de hechiceras y de brujería.

Si muchas de tales mujeres son conocedoras de una medicina casera, este matiz dará paso, con el tiempo, a que luchen por estudiar para ser médicos oficialmente. Otro enfoque de suma importancia en el trabajo- integración de la mujer.

Hasta aquí me he referido a mujeres cultas como poetisas, escritoras, en suma eruditas. Cambio de tercio y me refiero a esas mujeres que, con tesón y luchando por el pan nuestro de cada día, se dedican a imprimir libros, en la mayoría de casos porque el marido ha muerto y el negocio no puede cerrarse.

A partir de la popularización de la imprenta, dicho oficio-negocio se verá aumentado considerablemente. Por ejemplo de la imprenta de María Rodríguez de Rivalde (cómo no, viuda de Pedro Madrigal) saldrá la primera edición de El Quijote de Cervantes. Y muchos otros libros.

Hago referencia a María Jesús Espinosa de los Monteros,  activista en la lucha por los derechos de la mujer, porque de su pluma saldrá una buena cantidad de materiales, tanto sobre mujeres como hombres que ilustran debidamente la curiosidad de los lectores.

Y ahora aludo, con especial cariño, a Jerónima Galés, impresora valenciana del siglo XVI y gran amante de los libros. Viuda de dos impresores, sacó adelante la imprenta, llegando a ser una de las más importantes y conocidas de dicho siglo. Imprimirá en cantidades importantes para aquella época. Más de 250 libros es todo logro. Como socio consorte estoy relacionado con la Sociedad Bibliográfica Valenciana “Jerónima Galés”, que será fundada por un grupo de amigos en 1994. ¿Vicio? Amor a los libros.

PEPE CANTILLO