Dice —es un decir— que los tiempos de los Teo León Gross y Antonio Naranjo, de la manipulación en Canal Sur y la censura persistente de los Quirón de siempre, es el peor periodo de la historia que jamás ha vivido la profesión periodística y que contra Franco vivíamos mejor, aunque, paradójicamente, hoy el franquismo sociológico avanza galopante cultivando la guerra de la información, la organización corporativa del odio político de la extrema derecha y sus terminales mediáticas, activas como antaño hicieran en dictadura y durante la transición.
La diferencia, quizás, es que no abundan, en medios de referencia, periodistas virtuosos como Manuel Vázquez Montalbán. Pero las constantes son las mismas que diagnosticó en Informe sobre la información. Una politización, la activa toma de posición y ventaja de los grupos de presión de la oligarquía económica que cerca a los profesionales en la precaria dependencia de un juego perverso de alternancia bueno-malo, en el que descansa la manipulación integradora y la drástica represión, a veces sublimada, de toda voz crítica dispuesta a explorar otro relato de la historia.
“En caso de que el profesional de la información descubra que los molinos de viento son gigantes realmente y en ristre la lanza, entonces cae sobre él todo un mecanismo represor, en el que actúan mancomunados el Estado, la empresa y todas las superestructuras cómplices”. Desolador panorama pero no inédito.
Ahora, ante este paisaje mediático, la cuestión es, como siempre, pensar cómo avanzar, qué nuevas mediaciones productivas se pueden desplegar en un horizonte informativo tóxico y colonizado por la retórica fascista y tecnoutópica de los nuevos señores feudales.
Y a uno se le ocurre, si de algo puede servir, volver a los clásicos, aprender a leer la realidad con el método y rigor de Montalbán a quien estos días, coincidiendo con el aniversario de su muerte, rendimos homenaje, el debido tributo y reconocimiento a la ejemplaridad republicana, tal y como demuestra la antología de textos Militante y clandestino que ha editado recientemente Atrapasueños.
Después de Chaves Nogales y Corpus Barga, Vázquez Montalbán es, sin duda, el mejor periodista del pasado siglo XX. Su obra, a la par que singular, supuso una excepción en el panorama informativo hegemónico, no solo por su decidida articulación con la filosofía de la praxis, sino también y sobre todo por su criticidad al interpelar en todo momento, en forma de diálogo público, al ciudadano.
Así que si admite el lector una sugerencia, el atrevimiento a recomendar una lectura más enjundiosa que esta columna, asómese a las páginas de los artículos publicados por el autor en Treball y Mundo Obrero, y obtendrá un retablo panorámico y diverso, a modo de enjambre de posibilidades, que ayuda a comprender nuestro presente a partir de una lectura a contrapelo de la historia, como sugería Walter Benjamin.
Hablo de recuerdos vivos del futuro-presente en el que vivimos atribulados y confusos en la ceremonia de la desinformación de los Miguel Ángel Rodríguez de turno. Entre la represión y la integración, la lectura de sus artículos nos muestra una anatomía de los aparatos ideológicos del Estado y el modus operandi de los discípulos de Dovifat en defensa de las clases subalternas.
Nuestro autor en suerte siempre tuvo claro que ejercer el periodismo es intervenir, escribir al cabo de la calle, desplegar textos de actualidad liberadores como una suerte de ejercicio político-cultural. Era, como reclamara Larra, una cabeza valiente, capaz de poner el calor del corazón en servir a las clases populares sin concesiones a la frivolidad.
Conocía de primera mano la hartura de los de abajo, el "tanto peor, tanto mejor" de los Rajoy y palanganeros de la historia. Recorrió a diario, de la niñez a la vida adulta, cárcel incluida, los márgenes y la subcultura de la resistencia; conocía como el heterónimo de Machado las cartografías de la subalternidad y supo dar forma literaria a las tramas narrativas del engaño del orden reinante, retratando como nadie la España posfranquista en forma de sociología del despojo.
Cronista de la intemperie, su obra es un vasto y consistente legado cultural rico, diverso y penetrante que es necesario consultar para diseccionar con criterio los males que nos aquejan, más allá de la epidermis social. Nos referimos a la corrupción, el rentismo, el capitalismo de amiguetes, la cultura del estraperlo, el telespañolismo, el autoritarismo, la patrimonialización, el caciquismo y la chabacanería populachera.
Por no hablar de la función de periodistas e intelectuales sobre las que ya advirtió en Panfleto desde el planeta de los simios cuando denunciara la operación de descrédito de la razón crítica protagonizada por una beautiful people intelectual, compuesta mayoritariamente por exjóvenes filósofos, sociólogos de saldo y exjóvenes líderes de opinión que conocían los caminos que llevan a la mesa del señor, según la antigua enseñanza del escriba sentado. Vamos, lo que es el amigo Teo cuando censura, desinforma y manipula al servicio de la extrema derecha desde la tele de todos los andaluces.
Contra los cipayos de dudosa moral y siervos de la gleba de los GAFAM, toca pues, en la actual coyuntura histórica, aprender a hacer inteligible lo real concreto y sentar las bases de un liderazgo moral e intelectual liberador para las masas. Este es el nodo vital que Vázquez Montalbán nos legó, enseñándonos la virtud republicana del decir y hacer en común desde la política del acontecimiento informativo.
Ante las disonancias cognitivas, el filibusterismo, los trampantajos, el trilerismo de la oligarquía económica, los mitos de la propaganda de los herederos del régimen y sus formas fariseas de postureo en redes y en la cámara de la soberanía popular, siempre nos quedará la paz y la palabra, el periodismo anclado, radical, de veracidad contrastada, consistente no solo en el fondo, y trasfondo contextual e ideológico, sino luminosamente cuidado en la forma, hecho por orfebres e imagineros mayores de eso que fue y es, lo que el maestro López Hidalgo gustaba denominar "periodismo reposado".
Justamente mañana en Montilla recordaremos al maestro andaluz de la Periodística con la presentación del libro El control del periodismo en España. Cómo la Junta Electoral Central condiciona la información política, una obra que llega avalada por el primer Premio de Periodismo "Antonio López Hidalgo". Él, como el maestro del Raval, sabía bien que no hay verdad sin pasión. Y en eso andamos.
La diferencia, quizás, es que no abundan, en medios de referencia, periodistas virtuosos como Manuel Vázquez Montalbán. Pero las constantes son las mismas que diagnosticó en Informe sobre la información. Una politización, la activa toma de posición y ventaja de los grupos de presión de la oligarquía económica que cerca a los profesionales en la precaria dependencia de un juego perverso de alternancia bueno-malo, en el que descansa la manipulación integradora y la drástica represión, a veces sublimada, de toda voz crítica dispuesta a explorar otro relato de la historia.
“En caso de que el profesional de la información descubra que los molinos de viento son gigantes realmente y en ristre la lanza, entonces cae sobre él todo un mecanismo represor, en el que actúan mancomunados el Estado, la empresa y todas las superestructuras cómplices”. Desolador panorama pero no inédito.
Ahora, ante este paisaje mediático, la cuestión es, como siempre, pensar cómo avanzar, qué nuevas mediaciones productivas se pueden desplegar en un horizonte informativo tóxico y colonizado por la retórica fascista y tecnoutópica de los nuevos señores feudales.
Y a uno se le ocurre, si de algo puede servir, volver a los clásicos, aprender a leer la realidad con el método y rigor de Montalbán a quien estos días, coincidiendo con el aniversario de su muerte, rendimos homenaje, el debido tributo y reconocimiento a la ejemplaridad republicana, tal y como demuestra la antología de textos Militante y clandestino que ha editado recientemente Atrapasueños.
Después de Chaves Nogales y Corpus Barga, Vázquez Montalbán es, sin duda, el mejor periodista del pasado siglo XX. Su obra, a la par que singular, supuso una excepción en el panorama informativo hegemónico, no solo por su decidida articulación con la filosofía de la praxis, sino también y sobre todo por su criticidad al interpelar en todo momento, en forma de diálogo público, al ciudadano.
Así que si admite el lector una sugerencia, el atrevimiento a recomendar una lectura más enjundiosa que esta columna, asómese a las páginas de los artículos publicados por el autor en Treball y Mundo Obrero, y obtendrá un retablo panorámico y diverso, a modo de enjambre de posibilidades, que ayuda a comprender nuestro presente a partir de una lectura a contrapelo de la historia, como sugería Walter Benjamin.
Hablo de recuerdos vivos del futuro-presente en el que vivimos atribulados y confusos en la ceremonia de la desinformación de los Miguel Ángel Rodríguez de turno. Entre la represión y la integración, la lectura de sus artículos nos muestra una anatomía de los aparatos ideológicos del Estado y el modus operandi de los discípulos de Dovifat en defensa de las clases subalternas.
Nuestro autor en suerte siempre tuvo claro que ejercer el periodismo es intervenir, escribir al cabo de la calle, desplegar textos de actualidad liberadores como una suerte de ejercicio político-cultural. Era, como reclamara Larra, una cabeza valiente, capaz de poner el calor del corazón en servir a las clases populares sin concesiones a la frivolidad.
Conocía de primera mano la hartura de los de abajo, el "tanto peor, tanto mejor" de los Rajoy y palanganeros de la historia. Recorrió a diario, de la niñez a la vida adulta, cárcel incluida, los márgenes y la subcultura de la resistencia; conocía como el heterónimo de Machado las cartografías de la subalternidad y supo dar forma literaria a las tramas narrativas del engaño del orden reinante, retratando como nadie la España posfranquista en forma de sociología del despojo.
Cronista de la intemperie, su obra es un vasto y consistente legado cultural rico, diverso y penetrante que es necesario consultar para diseccionar con criterio los males que nos aquejan, más allá de la epidermis social. Nos referimos a la corrupción, el rentismo, el capitalismo de amiguetes, la cultura del estraperlo, el telespañolismo, el autoritarismo, la patrimonialización, el caciquismo y la chabacanería populachera.
Por no hablar de la función de periodistas e intelectuales sobre las que ya advirtió en Panfleto desde el planeta de los simios cuando denunciara la operación de descrédito de la razón crítica protagonizada por una beautiful people intelectual, compuesta mayoritariamente por exjóvenes filósofos, sociólogos de saldo y exjóvenes líderes de opinión que conocían los caminos que llevan a la mesa del señor, según la antigua enseñanza del escriba sentado. Vamos, lo que es el amigo Teo cuando censura, desinforma y manipula al servicio de la extrema derecha desde la tele de todos los andaluces.
Contra los cipayos de dudosa moral y siervos de la gleba de los GAFAM, toca pues, en la actual coyuntura histórica, aprender a hacer inteligible lo real concreto y sentar las bases de un liderazgo moral e intelectual liberador para las masas. Este es el nodo vital que Vázquez Montalbán nos legó, enseñándonos la virtud republicana del decir y hacer en común desde la política del acontecimiento informativo.
Ante las disonancias cognitivas, el filibusterismo, los trampantajos, el trilerismo de la oligarquía económica, los mitos de la propaganda de los herederos del régimen y sus formas fariseas de postureo en redes y en la cámara de la soberanía popular, siempre nos quedará la paz y la palabra, el periodismo anclado, radical, de veracidad contrastada, consistente no solo en el fondo, y trasfondo contextual e ideológico, sino luminosamente cuidado en la forma, hecho por orfebres e imagineros mayores de eso que fue y es, lo que el maestro López Hidalgo gustaba denominar "periodismo reposado".
Justamente mañana en Montilla recordaremos al maestro andaluz de la Periodística con la presentación del libro El control del periodismo en España. Cómo la Junta Electoral Central condiciona la información política, una obra que llega avalada por el primer Premio de Periodismo "Antonio López Hidalgo". Él, como el maestro del Raval, sabía bien que no hay verdad sin pasión. Y en eso andamos.
FRANCISCO SIERRA CABALLERO
FOTOGRAFÍA: ISABEL AGUILAR
FOTOGRAFÍA: ISABEL AGUILAR






























