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Aureliano Sáinz | Pintar la Historia

Recientemente se le ha concedido al pintor catalán Augusto Ferrer-Dalmau, nacido en Barcelona en 1964, la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes que, anualmente y desde 1971, concede el Gobierno de España a instancias del Ministerio de Cultura.


Hay que indicar que con este galardón se premia a personas o entidades destacadas en distintas ramas: pintura, cine, música, escritura, arquitectura, periodismo, diseño, gastronomía..., por lo que Ferrer-Dalmau se encuentra dentro de ese grupo de 33 artistas que han sido reconocidos en el año 2022 por los méritos que han mostrado en sus respectivos ámbitos.

Quisiera apuntar que, dentro del campo de la pintura, el caso del artista barcelonés es un tanto atípico, puesto que dejar los negocios textiles familiares para dedicarse a plasmar con total preciosismo las distintas batallas que se han producido a lo largo del tiempo, o hechos de relevancia histórica, no deja de ser singular. No es de extrañar, pues, que Arturo Pérez-Reverte le bautizara, con bastante justeza, como “pintor de batallas”.

Habitualmente, conocemos la Historia a partir de textos escritos por especialistas en esta materia; lo que no es habitual es que haya pintores que se muestren dispuestos a plasmar en lienzos hechos históricos, dado que para que la obra sea valiosa tienen que reflejar con la mayor fidelidad posible tanto los rasgos de los personajes como las vestimentas, atuendos o armas que se portaban en la época que se quiere narrar visualmente.

De este modo, a Ferrer-Dalmau lo podemos incorporar a los pintores que se han adentrado en la tarea de reconstruir con los pinceles acontecimientos que bien pueden estar descritos en libros de distintos historiadores. Y para que comprendamos el valor de este tipo de pintura, he seleccionado cuatro obras que creo representativas. Tres de ellas se encuentran en el Museo del Prado: Las lanzas o La rendición de Breda, de Velázquez; Fusilamientos del 3 de mayo, de Goya; y El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, de Antonio Gisbert. Cierro con La batalla de Rocroi, de Ferrer-Dalmau.


Una de las grandes obras de la pintura española que podríamos considerarla como el inicio de esto que he llamado “pintar la Historia” es La rendición de Breda de Diego Velázquez. La segunda denominación, Las lanzas, se debe al protagonismo de estas armas que portan los soldados españoles comandados por Ambrosio de Spínola, quien fue nombrado por Felipe IV para tomar Breda, ciudad de los Países Bajos, territorio que por entones estaba bajo el dominio de la Corona española.

Tras la tregua de doce años que se había mantenido entre 1609 y 1621, cuando Felipe IV sube al trono la rompe, pues desea recuperar tan importante plaza, enviando 40.000 hombres para tomarla, ya que estaba defendida por Justino de Nassau, miembro de la Casa de Orange.

A pesar de la resistencia ofrecida, la guarnición tuvo que capitular el 5 de junio de 1625, por lo que Spínola reconoció la heroicidad de los asediados, ordenando que los vencidos fueran respetados y tratados con toda dignidad. De este modo, se permitió que la guarnición pudiera salir formada en orden militar con sus banderas al frente. Esto es, a fin de cuentas, lo que Velázquez quiso expresar en tan celebrado lienzo.


Otro de los grandes cuadros de carácter histórico que se cuelga en el Museo del Prado es el de los Fusilamientos del 3 de mayo de 1808. La intención que tuvo Goya era la de plasmar el acto heroico del pueblo madrileño contra la invasión de las tropas francesas, lo que daría lugar a la Guerra de Independencia española.

En la escena vemos que soldados franceses se muestran a punto de ejecutar a un grupo de vecinos de Madrid, al tiempo que otros yacen muertos en un suelo terroso, de forma que el más destacado aparece con el cuerpo volcado hacia abajo, los brazos extendidos en cruz y en medio del gran charco de sangre que ha derramado. En cierto modo, Goya evoca la idea de martirio en los ejecutados que se alzaron contra la invasión gala.


La figura del general José María Torrijos no es excesivamente conocida, a pesar de haber sido uno de los grandes defensores del liberalismo en nuestro país en el siglo XIX. Esa lucha por lograr una nación en la que la libertad de pensamiento y de expresión fueran derechos reconocidos para toda la población acabó con su vida y la de los compañeros que le secundaban.

En este lienzo de Antonio Gisbert (1834-1901) se recrea la escena en la que Torrijos y sus 48 seguidores están siendo fusilados en las playas de Málaga el 11 de diciembre de 1831, es decir, tres años antes de que naciera el pintor, por lo que la traición sufrida quien había sido el capitán general de Valencia, al ser delatado, era una historia próxima a la vida de quien, años después, la inmortalizaría en uno de los cuadros históricos más relevantes de los que se exhiben en el Museo del Prado


Cierro este breve recorrido por lienzos que describen hechos históricos relacionados con batallas o conflictos de tipo político-militar, caso de las ejecuciones descritas pictóricamente por Goya y Antonio Gisbert, con el cuadro titulado La batalla de Rocroi, de Ferrer-Dalmau. Esta obra viene referida a la batalla que se produjo en la comuna francesa de ese nombre, ya que, en ese territorio, el 19 de mayo de 1643 se enfrentaron las fuerzas francesas y las españolas, estas comandadas por Francisco de Melo, capitán general de los Tercios de Flandes.

En este cuadro del pintor catalán hay una cierta evocación, desde el punto de vista escénico, al de La rendición de Breda de Velázquez, por el protagonismo que se les da a las lanzas en ambas obras, aunque con significados distintos.

La diferencia de Augusto Ferrer-Dalmau con otros pintores historicistas es que, en su caso, supone recreaciones de épocas pasadas, por lo que se tiene que documentar detenidamente sobre el acontecimiento y los participantes en las batallas, que los pinta con cierto carácter descriptivo, sin pretender introducir significados subjetivos que le acercarían a una interpretación personal de la escena plasmada en el lienzo.

AURELIANO SÁINZ