Ir al contenido principal

Aureliano Sáinz | Al Alba

Hay autores que en su larga trayectoria han tenido una extensa producción en su campo, sea la pintura, la escritura, la música, etc., pero que quedan marcados por una de sus obras que se convierte en el símbolo de toda su actividad creativa. Es el caso, por ejemplo, de Luis Landero, un escritor amigo de la infancia, ya que los dos somos de Alburquerque, un pueblo extremeño coronado por una magnífica fortaleza medieval.



Landero, que fue Premio Nacional de Literatura y de la Crítica a partir de su primera y espléndida novela Juegos de la edad tardía, publicada en 1989, siempre tendrá en ella la cumbre de todo su trabajo, a pesar de que muchas otras que le siguieron confirmaron que es uno de los grandes autores de narrativa española contemporánea.

Si traigo a colación el reconocimiento a partir de una obra, se debe a que, como ya todos sabemos, el 6 de abril falleció de Luis Eduardo Aute, un artista polifacético perteneciente a la generación de los grandes cantautores que naciendo musicalmente en las postrimerías del franquismo sobrevivió durante los años en los que ya las nuevas generaciones se encontraban desligadas de este tipo de música.

También a Aute siempre se le recordará por una canción, ‘Al Alba’, que se convirtió en un referente musical, mezcla de canción de amor y tema reivindicativo a favor de la libertad y en contra de la cruel pena de muerte.



Debo apuntar que la canción inicialmente la creó para Rosa León, quien la incluyó en un elepé, publicado en 1975, que llevaba por título el mismo nombre de este tema que se popularizó por aquellos años.

Y aunque la letra no contiene de manera explícita ningún matiz político, lo cierto es que en la interpretación de Rosa León se podía deducir que era un canto en el que se hacía alusión a los últimos fusilados del franquismo que fueron ejecutados en septiembre de aquel mismo año.

No voy a entrar en hacer una síntesis de la trayectoria de Luis Eduardo Aute, ya que es fácil conocerla accediendo a algunas de las páginas que hay en la red; quiero, sin embargo, centrarme en esta canción como recuerdo muy personal y como pequeño homenaje a quien se ha marchado habiéndonos legado una canción que forma parte de nuestra memoria colectiva.

Una vez que conozco la noticia de su fallecimiento, dado que se da por muchos de los medios de comunicación, rebusco entre los numerosos elepés que tengo y allí localizo el de Aute que lleva por título Albanta. Era el octavo que había publicado, habiendo visto la luz en el año 1978, es decir, tres años después de la muerte de Franco.



Lo pongo en el plato para escucharlo. Compruebo que es la tercera canción de la primera cara. Los inevitables chasquidos característicos de los discos de vinilos aparecen mientras escucho esa hermosa canción tras un largo periodo de silencio sin acudir a ella.

En esos momentos vienen a mi mente los recuerdos de aquel año de 1975 en el que comenzaba a trabajar como arquitecto en Sevilla. El mismo año en el que tenía que hacer las prácticas de las denominadas ‘milicias’, que era el sistema al que nos podíamos acoger los estudiantes universitarios como alternativa a la ‘mili’, a la que obligatoriamente estábamos llamados los jóvenes españoles al cumplir los veintiún años, para que no interrumpiera nuestros estudios.

Por entonces, yo ya sabía (todos sabíamos) que tres miembros del FRAP y dos de ETA habían sido condenados a la pena de muerte por terrorismo en un consejo de guerra. La prensa hablaba de que tres de ellos serían ejecutados en el campamento de El Goloso, al norte de la provincia de Madrid.

Puesto que yo tenía familia en la capital del país, había solicitado hacer las prácticas en el campamento de Hoyo de Manzanares, también al norte de la provincia madrileña, dado que me horrorizaba encontrarme en un lugar en el que se iban a ejecutar a tres personas, puesto que siempre he estado en contra de la pena de muerte.

Bajo la creencia de que las ejecuciones por fusilamiento no se iban a realizar donde yo realizaba las prácticas de milicias, la noche del 26 de septiembre me encontraba como sargento de guardia en el puesto de entrada del campamento de Hoyo de Manzanares. Antes de que amaneciera, se presentaron unos camiones blindados de la Guardia Civil solicitando el paso para el campo de tiro. En esos momentos no podía imaginarme que en ellos iban los tres militantes del FRAP para ser fusilados.



Un escalofrío me sacudió el cuerpo, cuando al rato empecé a darme cuenta de que no era en El Goloso donde se iban a realizar las ejecuciones, sino a unos kilómetros de donde yo me encontraba. Comencé a hilar todo lo referido a lo acontecido en el último día, con las numerosas llamadas de los periodistas, la llegada de otros mandos y de un capellán militar, el acuartelamiento generalizado…

Angustiado, al despuntar el alba, escuché el eco de los tiros provenientes del cercano campo. Cada uno de ellos me anunciaba una muerte… Durante toda la mañana no pude quitarme de la cabeza esos impactos como si fueran campanadas a muerte que se extendían por aquellas tierras.

Ya en pleno día, cuando pude ir a Madrid, comprobé el enorme silencio que se respiraba en las calles. Toda la prensa recogía con grandes titulares la noticia de las ejecuciones: las tres del FRAP en Hoyo de Manzanares y en Burgos y Barcelona las de los dos miembros de ETA. Todo el movimiento internacional para que no se llevaran las ejecuciones de nada sirvió; incluso Franco no atendió la carta personal del papa Pablo VI pidiendo que no se llevaran adelante esas condenas y les fueran conmutadas por otras.

Apenas dos meses después, el 20 de noviembre, el dictador murió en la cama, sin que próximo a su final se hubiera conmovido lo más mínimo al firmar esas penas de muerte. Tres años después, con la Constitución de 1978 fue abolida la pena de muerte en el ámbito civil. En 1995 también se hizo en el supuesto de ‘tiempos de guerra’.

De estos hechos narrados han transcurrido nada menos que cuarenta y cinco años. El mismo tiempo desde que viera la luz esa hermosa canción que lleva por título ‘Al Alba’ en la voz de Rosa León. Tal como he apuntado, tres años después la publicaría el propio Luis Eduardo Aute, aunque ya se la conocía en la voz femenina.

Para mí, esta canción inevitablemente estará ligada a esa parte de mi vida que he narrado con la mayor brevedad posible. Y para los que admiramos a su creador, se nos ha ido un enorme artista que logró conjugar la música, la pintura, la poesía y el cine. Se ha ido para siempre dejándonos un extenso legado; aunque siempre lo recordaremos como el autor que nos entregó una bella canción que permanece en la memoria de todos.

AURELIANO SÁINZ