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María Jesús Sánchez | Te quiero, tita

Aún no me creo que no volveré a ver su sonrisa de niña eterna de nuevo, que no la veré disfrutar del mar, que no me llamará cuando me ponga malita, que no volverá a quejarse de que el pelo no lo lleva perfectamente arreglado, que no volverán a brillar sus ojos ante un niño o un bebé.


Sus hijas han perdido a la madre que nunca quiso cortar el cordón umbilical y la familia se ha quedado sin ese pegamento humano que aglutina a todos y a cada uno de los miembros de la misma. Las vecinas ya no tendrán su visita, su compañía. La iglesia no contará con una persona buena, con conciencia social y creyente en un Dios bondadoso. Todos nos quedamos muy huérfanos. Para ella, todos éramos sus hijos, unos niños a los que cuidar.

Es increíble que un día estás luchando aquí y te diagnostican una enfermedad y tu fecha de caducidad se acorta a menos de un año sin que se pueda hacer nada porque no hay tratamiento. ¡Qué frágiles somos! Nos pasamos el día luchando contra nuestros pensamientos imaginarios y, un día, la realidad te golpea y te lleva al presente sin posibilidad de escape.

¿A quién recurriremos ahora para pedir consejo o para que nos comprenda? El único consuelo que nos queda es que ya está descansando de una enfermedad cruel, que estará en el cielo con su Dios y se habrá encontrado con sus padres y hermanos.

Y también nos queda aprender lo efímera que es la vida y que somos pompas de jabón que no se pueden permitir perder el tiempo pensando en tonterías o hipotéticos futuros; y que toca disfrutar el ahora, agarrarse a este momento con todas las fuerzas que podamos y tratar de querernos y cuidarnos un poco más.

Dejas tu luz, tu sonrisa, tu bondad, tu coquetería, tu amor desbordante y nos dejas miles de recuerdos que, en mi caso, comienzan cuando yo era niña y jugaba a ser tú, con tu nombre y tu juventud. Me pasaba el día mirando cómo te arreglabas para que tu novio te viera guapa.

¡Cómo me defendiste frente a esas estúpidas niñas que no me invitaron a su cumpleaños! Me has escuchado, has venido conmigo a comprar caprichos y siempre me has valorado. Menos mal que te lo dije muchas veces y ahora te lo digo de nuevo. Te quiero, tita.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
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