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Fernando Rueda | La odisea de 'El Lobo' (II)

Relacionarse directamente con los principales elementos de ETA no fue fácil. Los agentes del SECED que le controlaban le propusieron que pasara al sur de Francia con el pretexto de estudiar Bellas Artes en Burdeos. Eso le permitió compartir casa con cuatro refugiados. Regresó en las navidades de 1974.



“Después de pasar unos rifles metidos dentro del respaldo del asiento trasero de mi coche, de acuerdo con Carlos y Pedro –sus controladores del servicio secreto, el SECED– decidimos que me dedicara a infiltrar los políticos-militares, porque entonces eran mucho más fuertes que los demás. Me acerqué mucho más a Fanfa, dejé que me hiciera proselitismo y, al final, me conectó con el liberado que se ocupaba de nuestra zona, José Ignacio Zuloaga Echeveste, Smith”.

“La primera cita la tuve en el bar La Tortilla, al lado del Ayuntamiento de Bilbao; fuimos en mi coche hasta Archanda y allí me enseñó incluso la pistola FN Browning que llevaba al cinto. José Ignacio Zuloaga fue el que propuso denominarme Gorka dentro de ETA”.

Según el relato de Mikel Lejarza a Xavier Vinader en Interviú, los primeros pasos que dio para entrar en la estructura de ETA fueron el inicio de un camino duro.

“Primero me integraron en la estructura de apoyo a un comando encabezado por Smith y conocí a otros liberados, pero la cosa no avanzaba”.

“La oportunidad apareció tras el asalto a un banco en Eibar que salió mal y que obligó a Smith y a los otros a irse a Francia. Entonces mis jefes decidieron forzar las cosas y empezaron a detener a gente de la estructura de apoyo. Entre ellos estaba Fanfa, que en los interrogatorios cantó mi ingreso en la organización. Era la excusa que estaba buscando el SECED para justificar mi pase definitivo a la clandestinidad y mi viaje al otro lado”.

“Cogí un tren hasta Barcelona, pasé a Francia por Port Bou y de allí viajé a Hendaya. El mismo día de mi llegada ya me colocaron en el piso de una refugiada llamada Inma, al lado del bar Hendaya, que servía de lugar de paso para los militantes de la organización”.

En los meses siguientes, Gorka –como le habían puesto los etarras- o El Lobo –como le habían bautizado en el SECED- estuvo en diversos pisos operativos de la banda y conoció a muchos de sus dirigentes y a otros militantes que, en el futuro, estaban llamados a ocupar altos puestos en la organización.

Informaba de las casas, daba los nombres y explicaba cada detalle de lo que veía. Para pasar la información utilizaba cabinas telefónicas o dejaba sus mensajes en coches aparcados especialmente para él en la calle.



“Era un sistema muy poco perfeccionado, pero nos dio resultado. Entre la comunidad etarra yo iba de duro y dispuesto a pasar a la acción cuando hiciera falta, pero pronto me di cuenta de que si me escogían para formar parte de un comando eso tampoco me daría acceso a un volumen de información que permitiera darles un palo importante”.

“Entonces, empecé a soltar en Anai-Artea delante de otros del comité ejecutivo que tenía unos amigos arquitectos con una empresa de decoración que se movía por muchos puntos de España. Aquello no cayó en saco roto y poco después me convocaron con un grupillo a San Juan de Luz, donde Wilson y Papi, los máximos responsables de los comandos especiales, me comunicaron que seguramente me encargarían de la infraestructura necesaria de las importantes acciones que se iban a llevar a cabo en el interior muy pronto. Era justamente lo que andaba buscando”.



El Lobo participó después en un curso técnico en un caserío, en el que estuvieron personajes de la banda tan tristemente conocidos como Apala, Paquito, Santi Potros o Ternera.

 “Hacíamos vida de cuartel. No pegaba ojo para evitar delatarme en sueños. Y tenía que caminar durante dos horas para llegar a la cabina más cercana y poder llamar al SECED, alegando que lo hacía a mi familia”.

“En aquel caserío también se celebró la famosa asamblea donde Pertur propuso la creación de un partido legal que sería EIA y que levantó gran polémica interna. Yo ese día estaba de jefe de cocina, por lo que habíamos analizado previamente con Carlos la posibilidad de aprovechar la reunión para envenenarlos a todos metiéndoles algo en la comida. O colocar una maleta llena de goma-2 y volarlos”.

“Pero desde las alturas del SECED dijeron que aquello era una barbaridad y el plan se dejó correr. Unos días después, vinieron a buscarme para pasar la muga (frontera) y comenzar a actuar. En una tienda de fotografías de San Juan de Luz cuyo propietario era de la organización nos hicieron las fotos para los DNI falsos. Y nos preparamos para el gran momento”.



Esa es la foto que los etarras publicarían en los carteles intentando dar pistas para localizarle y poder asesinarle, una vez que descubrieron su infiltración. La única foto que ETA ha tenido en toda su historia de El Lobo.

FERNANDO RUEDA
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