El programa Equipo de investigación de La Sexta emitió el pasado viernes un reportaje sobre el trabajo de los detectives, en el que intervine. Hace años escribí un libro titulado Espías, en el que me sumergía en un mundo tan complicado como ese. Después he seguido informando del tema, que ha cambiado en cuanto a medios, pero no mucho en cuanto a técnicas operativas.
En mi opinión, los detectives privados son imprescindibles en una sociedad democrática. Los medios públicos no cubren, ni pueden cubrir, todas las necesidades de los ciudadanos. El espionaje industrial, la deslealtad de los empleados, los temas familiares (parejas, hijos), los asuntos económicos...
Hay muchos detectives buenos, pero también los hay malos, como en toda profesión. Los primeros son íntegros, honestos y llegan hasta donde pueden. Bordean la ley, pero no se la saltan. Los más imaginativos consiguen la información que buscan sus clientes, aplicando técnicas como la infiltración o la instalación de cámaras de grabación.
Otros se saltan la ley, sin duda. El sistema va contra ellos y los Cuerpos de Seguridad del Estado se sienten molestos con algunos de sus trabajos. Si les dejaran acceder, con todas las garantías judiciales, a cuentas bancarias, llamadas telefónicas o declaraciones de la renta, todo sería más eficiente. Pero la Policía no se fía.
Es verdad que hay algunos piratas en ese mundo. Yo hablé hace tiempo con un detective de Madrid que presumía abiertamente –grabé sus palabras con su conocimiento- de comprar a colaboradores para que le facilitaran movimientos de cuentas bancarias o papeles de Hacienda. Gente como él desacredita a la profesión.
Lo que es cierto es que mientras las leyes no se lo permitan, los detectives tendrán que hacer filigranas para conseguir la información imprescindible para solucionar sus casos. Están abocados a ello. En otros países como Estados Unidos se confía en los investigadores privados y les va muy bien. ¿Por qué no en España?

En mi opinión, los detectives privados son imprescindibles en una sociedad democrática. Los medios públicos no cubren, ni pueden cubrir, todas las necesidades de los ciudadanos. El espionaje industrial, la deslealtad de los empleados, los temas familiares (parejas, hijos), los asuntos económicos...
Hay muchos detectives buenos, pero también los hay malos, como en toda profesión. Los primeros son íntegros, honestos y llegan hasta donde pueden. Bordean la ley, pero no se la saltan. Los más imaginativos consiguen la información que buscan sus clientes, aplicando técnicas como la infiltración o la instalación de cámaras de grabación.
Otros se saltan la ley, sin duda. El sistema va contra ellos y los Cuerpos de Seguridad del Estado se sienten molestos con algunos de sus trabajos. Si les dejaran acceder, con todas las garantías judiciales, a cuentas bancarias, llamadas telefónicas o declaraciones de la renta, todo sería más eficiente. Pero la Policía no se fía.
Es verdad que hay algunos piratas en ese mundo. Yo hablé hace tiempo con un detective de Madrid que presumía abiertamente –grabé sus palabras con su conocimiento- de comprar a colaboradores para que le facilitaran movimientos de cuentas bancarias o papeles de Hacienda. Gente como él desacredita a la profesión.
Lo que es cierto es que mientras las leyes no se lo permitan, los detectives tendrán que hacer filigranas para conseguir la información imprescindible para solucionar sus casos. Están abocados a ello. En otros países como Estados Unidos se confía en los investigadores privados y les va muy bien. ¿Por qué no en España?
FERNANDO RUEDA