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María Jesús Sánchez | Rhodes

Lo había visto en una entrevista, contando su dura vida, las violaciones de su profesor de Gimnasia que le provocaron daños en la columna y heridas en el alma. Pero oírlo tocar en directo fue como volar con alas de seda sobre un mundo limpio lleno de amor y felicidad.



Busco y rebusco las palabras para traducir mis emociones a oraciones, a adjetivos, a sustantivos a algo que transmita, aunque sea un ápice, lo que sentí cuando sus manos acariciaron el piano y las notas de Gluck, Melody from Orfeo, giraron y giraron tocando la piel de todos los presentes y llevándonos a un universo sin dolor, donde la música puede refrescar el alma.

Estaba cansada antes de entrar al concierto de James Rhodes: había sido un día muy largo. Pero una amiga me propuso ir y ya no podía decir que no. Teníamos las entradas hace tiempo. ¿Cómo explicar que una hora y media fue un pestañeo? Se me hizo cortísimo, yo quería seguir y seguir dentro de ese espacio de luz, calidez y armonía que él no dejaba de dibujar.

De apariencia frágil, con sus vaqueros y su camiseta de BACH y un humor fino que mezclaba el inglés con el español nos fue presentando las melodías que iba a mostrarnos con sus dedos. Como un niño pequeño que quisiera explicar su mundo a los adultos, así nos fue contando el porqué de cada pieza, nos descubrió la felicidad que encontraba en cada una de ellas para que todos nosotros la compartiéramos.



Si la música normalmente me hace volar, las interpretaciones de Rhodes me regalaron unas alas tornasol con las que subir y subir mientras mi cuerpo se disolvía en un remolino de placer y caricias. Verlo allí sentado, encorvado, mirando las teclas de su bonito piano, me provocaron una sensación de eterna ternura.

Ver la sublimación que ha hecho de su dolor para convertirlo en un regalo de emoción que se escapa de su alma y dedos y acaricia los corazones es... sobrecogedor. Al final de la actuación, de la cual ninguno de los presentes queríamos despertar, una chica le entregó una carta. Y yo me pregunté: ¿Cuántas almas atormentadas o dolidas por la culpa de ser un niño y no poder defenderse habría allí?
Esta noche voy a dormirme protegida por el Claro de luna de Debussy interpretado por él.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ